Llevo dándome cuenta, que a pesar de las dificultades de esta profesión a lo largo de mis veinte años de experiencia, tengo aún más vocación, me comprometo a que mis alumnos aprendan, he tenido buena relación con parte del profesorado que he conocido, capacidad de adaptación a los centros en los que he trabajado y dentro de las aulas, espíritu crítico conmigo mismo y para con los demás, y una gran dosis de humanidad que se ha debido contagiar de los compañeros también experimentados en este oficio.
Estoy algo más agotado, eso sí, que cuando empecé a hacer mi prácticas en el I.E.S. Nº5, y bastante más deteriorado. Recuerdo cómo los alumnos utilizaban unas libretas de tapa dura para escribir sus apuntes, y ahora, todos tienen pizarras digitales y e-books personalizados. Pienso que la vida ha cambiado bastante, que no termino de asimilar tanto cambio tecnológico en estas dos última décadas. Pero estoy agradecido y feliz de trabajar en Madrid, y por las tardes ayudar a mi mujer con la editorial, que requiere mucha dedicación y esfuerzo...
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